El fallecido neurólogo Oliver Sacks dedicó su vida a estudiar los misterios y extraordinarios poderes del cerebro humano. En El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, Sacks presenta las historias de sus pacientes, todos ellos aquejados de algún tipo de deficiencia neurológica. Al compartir estas historias, Sacks teje una narración que demuestra la notable complejidad del cerebro humano y su extraordinaria capacidad de adaptación. Como veremos, el cerebro es la fuente misma de nuestra humanidad, nos da nuestra identidad y nuestro sentido más profundo del yo.
Al estudiar las vidas de estos pacientes, surgen algunos temas clave:
Los neurólogos suelen hablar de los trastornos cerebrales en términos de déficit. Un déficit es una alteración de algún elemento del funcionamiento neurológico, generalmente vinculada a un daño cerebral en un área concreta.
Pero el cerebro es experto en convertir déficits en un área en excedentes en otra, lo que permite a los pacientes navegar por su mundo, entender lo que ven y conservar cierto sentido de la identidad y el yo.
Podemos ver un claro ejemplo de déficit neurológico en el caso del Dr. P, que experimentaba extraños problemas de reconocimiento visual. Era incapaz de reconocer las caras de sus alumnos y era conocido por dar palmaditas a objetos inanimados, como parquímetros y bocas de incendios, creyendo que eran niños. Incluso le costaba identificar a su propia esposa, a la que a menudo agarraba la cabeza creyendo que era un sombrero. El Dr. P sufría agnosia, es decir, incapacidad para reconocer e interpretar datos visuales.
Sacks descubrió que el Dr. P sólo podía reconocer fotos de familiares y amigos en las que los sujetos tenían rasgos distintivos: por ejemplo, identificó una foto de su hermano Paul fijándose en la mandíbula cuadrada y los dientes grandes de Paul. Sólo podía identificar los rasgos y utilizarlos como pista para adivinar la identidad de la persona, pero no los reconocía realmente.
A pesar de ello, la mente del Dr. P parecía compensar este déficit acreditando su "cuenta" neurológica de otras formas. Tenía poderes excepcionales para la descripción abstracta y destacaba en modelos mentales esquemáticos que implicaban formas abstractas; por ejemplo, era un hábil jugador de ajedrez ciego, capaz de visualizar perfectamente el tablero y las piezas en su mente. Su sensibilidad abstracta intacta le proporcionaba algunos medios para interpretar lo que veía con sus ojos, proporcionándole una herramienta para ordenar, reconocer y dar sentido a su mundo.
Algunas personas que han sufrido daños cerebrales son incapaces de entender el lenguaje. Sufren afasia, es decir, incapacidad para procesar y comprender palabras habladas.
En la década de 1980, Sacks se encontraba en una sala de afásicos de un hospital psiquiátrico, donde los pacientes estaban viendo un discurso televisado del presidente estadounidense Ronald Reagan. Su afasia les impedía procesar y comprender las palabras que pronunciaba el presidente. Sin embargo, aún podían comprender los aspectos no verbales del lenguaje, de hecho, mucho mejor que la mayoría de las demás personas.
Sólo oían el tono y la inflexión de Reagan y, por tanto, veían al pulido actor convertido en presidente como un farsante que disimulaba, captando con agudeza la falsedad de su tono y lenguaje corporal. Y su reacción ante su discurso no fue de respeto reverencial, sino de risa escandalosa e histérica.
A lo largo de la mayor parte de la historia de la neurología, los médicos se han centrado en estos déficits y en los problemas derivados de la pérdida de funciones. Pero, ¿qué ocurre con el fenómeno opuesto, el de los excesos y las sobreabundancias? ¿Qué ocurre cuando las funciones neurológicas trabajan a toda máquina?
Cuando los trastornos neurológicos se manifiestan como excesos y superabundancias, potencian algunos de los aspectos más cruciales de nuestra humanidad -impulso, voluntad, acción y pasión- y eliminan nuestras inhibiciones. Los pacientes que experimentan el subidón de estas euforias a menudo afirman sentirse más vivos y humanos que nunca como resultado de su trastorno. El paciente no desea "curarse", porque no se cree enfermo.
Uno de los trastornos de sobreabundancia más famosos es el síndrome de Tourette. Asociado a un exceso de la hormona y el neurotransmisor [término restringido], el Tourette se caracteriza por un exceso de energía nerviosa, que suele expresarse en movimientos motores repetitivos denominados tics, así como en arrebatos verbales.
Un hombre, que se hacía llamar "Witty Ticcy Ray", padecía tics graves desde los cuatro años. Sin embargo, Ray se forjó una vida llena de sentido a pesar de su aflicción; de hecho, afirmaba que ésta le daba toda una identidad. Era un consumado baterista de jazz y un magistral jugador de ping pong, dos campos en los que los rápidos reflejos y reacciones provocados por su síndrome parecían darle ventaja.
Cuando Sacks empezó a tratarle con [término restringido], un medicamento antipsicótico que bloquea los receptores de [término restringido] en el cerebro, Ray sintió que había perdido una parte esencial de sí mismo. Aunque sus tics disminuyeron, se volvió lento y...
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La neurología suele considerarse una ciencia puramente fría y clínica, que se ocupa del cableado concreto del cerebro. De hecho, a menudo pensamos en la ciencia del cerebro como un campo de estudio demasiado esotérico y avanzado como para que tenga algo más profundo que decir sobre la condición humana.
Pero este punto de vista es falso. El cerebro humano no es un ordenador ni un procesador de datos puramente racional. El cerebro es precisamente lo que nos hace humanos, lo que nos da nuestra identidad y nuestro sentido más profundo del yo. La neurología es ese raro campo que puede aunar el empirismo racional de la ciencia con las preguntas filosóficas más profundas que la humanidad siempre ha tratado de responder. ¿Qué nos hace humanos? ¿Cuál es la verdadera naturaleza del yo, de la memoria, del conocimiento o de la acción?
Estudiando el trabajo de los neurólogos -específicamente su labor con personas que han sufrido daños cerebrales-...
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Los neurólogos suelen hablar de los trastornos cerebrales en términos de déficit. Un déficit es una alteración de la función neurológica, normalmente relacionada con daños cerebrales en un área concreta. Por ejemplo, se sabe que los daños en el área de Broca provocan afasia, es decir, incapacidad para procesar y comprender el lenguaje escrito o hablado.
Ahora sabemos que el hemisferio derecho del cerebro es el principal responsable de reconocer y ordenar nuestra realidad. De hecho, el hemisferio derecho es la base neurológica de nuestra identidad y sentido del yo. Es la forma en que nos arraigamos en el tiempo, el espacio y la relación con otras personas.
Pero cuando el hemisferio derecho está dañado y el individuo empieza a perder su base y su sentido de la identidad, el cerebro tiene una capacidad extraordinaria. Reemplaza o compensa esta pérdida, creando una nueva realidad que mantiene nuestra identidad y nuestro yo intactos. En otras palabras, el cerebro es experto en convertir déficits en un área en excedentes en otra.
En este capítulo exploraremos las historias de pacientes que sufrieron daños cerebrales que comprometieron funciones básicas como el reconocimiento visual, la memoria, la conciencia corporal y el lenguaje. Todos estos pacientes perdieron algún elemento crucial de su humanidad, pero...
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En el último capítulo, nos centramos en el impacto de los déficits neurológicos, trastornos que producen algún tipo de deterioro o inhibición de funciones cruciales como el habla y la memoria. Durante la mayor parte de la historia de la neurología, los médicos se han centrado en estos déficits y en los problemas derivados de la pérdida de funciones.
Pero, ¿qué ocurre con el fenómeno opuesto, el de los excesos y las superabundancias? ¿Qué ocurre cuando las funciones neurológicas trabajan a toda máquina? Eso es lo que exploraremos en este capítulo.
Los trastornos de superabundancia dificultan el control de aspectos cruciales de nuestra humanidad: los impulsos, la voluntad, la acción y la pasión. Los pacientes que experimentan estos impulsos desinhibidos a menudo no se sienten enfermos ni perdidos en absoluto, como algunos de los pacientes como Jimmie G. y Christina que conocimos en el capítulo anterior. De hecho, esta otra clase de pacientes suele decir que se sienten más vivos y humanos que nunca como consecuencia de su trastorno. La rica vida interior de una persona, antes adormecida y apagada, puede llegar a activarse de verdad a causa de las enfermedades neurológicas.
Pero este frenesí y esta manía tienen un lado oscuro. Los excesos pueden subsumir al individuo. La enfermedad puede disfrazarse de...
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Explore por qué mantener una narrativa propia es tan crucial para nuestra existencia.
Explique brevemente cómo sus recuerdos de experiencias y acontecimientos pasados conforman su identidad y sentido de sí mismo.
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En los dos primeros capítulos hemos visto cómo los trastornos neurológicos pueden manifestarse como déficits o como superabundancias, es decir, como un rendimiento insuficiente o excesivo del cerebro. En este capítulo, exploraremos otra dimensión de cómo las anomalías neurológicas remodelan la experiencia humana: a través de nuestros sueños, revelaciones y visiones.
Muchos de nosotros hemos entrado alguna vez en esos estados místicos y sobrenaturales: un viejo recuerdo desenterrado de repente, aparentemente de la nada; un déjà vu, la misteriosa sensación de haber vivido antes una situación presente; o experiencias espirituales que parecen ponernos cara a cara con lo divino. Estos momentos sublimes son fundamentales para la experiencia humana y han sido el centro del arte y la espiritualidad a lo largo de la historia de la humanidad.
Pero lo que consideramos viajes espirituales o místicos tienen su fundamento en la neurología y en el funcionamiento interno de nuestro cerebro, concretamente en el lóbulo temporal. De hecho, existen determinantes orgánicos en nuestros momentos más transformadores. Estudiar los casos de personas que han sufrido graves traumas neurológicos puede darnos una idea de estos fenómenos y demostrar cómo la compleja interacción de transmisores, receptores, cortezas...
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En los tres capítulos anteriores, hemos explorado las historias clínicas de pacientes cuyas deficiencias inhibían alguna función neurológica básica, potenciaban estas funciones o transportaban al individuo a un mundo de recuerdos olvidados. Pero aún no nos hemos ocupado de aquellos pacientes cuyo funcionamiento cerebral, a primera vista, parece estar más comprometido: los que padecen discapacidad intelectual grave.
(Shortform nota: En este resumen, hemos evitado gran parte del lenguaje anticuado -y, en tiempos modernos, insensible- que Sacks utiliza para describir a algunos de sus pacientes en este capítulo. Por ejemplo, Sacks describe a pacientes "retrasados" que son "idiotas" o "imbéciles").
Sacks creía que había algo profundamente conmovedor en el trabajo con pacientes intelectualmente discapacitados. Gran parte de ello tenía que ver con las distinciones entre pensamiento abstracto y concreto. En términos generales, el pensamiento abstracto se ocupa del mundo de las ideas y los conceptos que no "existen" en el mundo físico. El pensamiento concreto, por su parte, se refiere a las cosas que sí existen en el mundo físico. El mundo concreto es el de lo táctil, particular e inmediato.
**Individuos...
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Explore las principales conclusiones de El hombre que confundió a su mujer con un sombrero.
¿De qué manera compensa el cerebro los déficits neurológicos en un área con ventajas neurológicas en otra? Utilice dos ejemplos del resumen para apoyar su respuesta.
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