Por qué fracasan los sistemas: La falta de variación causa problemas

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¿Sabemos realmente por qué fallan los sistemas? ¿Cómo puede la antifragilidad evitar que estos sistemas fallen?

Los sistemas pueden fallar por muchas razones, pero a menudo se debe a la falta de variación. Tener la capacidad de adaptarse y desarrollar la antifragilidad puede preparar un sistema para nuevos retos y estabilizarlo aún más.

Siga leyendo para saber por qué fallan los sistemas y cómo puede ayudarle la antifragilidad.

La falta de variación es la causa del fracaso de los sistemas

Para entender la diferencia de estabilidad entre sistemas frágiles y antifrágiles, consideremos una hipotética pareja de hermanos gemelos. Crecieron en la misma casa, viven en la misma zona y tienen vidas bastante comparables, salvo por sus carreras. Uno es directivo intermedio en un gran banco, el otro es taxista. 

El banquero parece tener unos ingresos perfectamente estables. Todos los meses gana la misma cantidad de dinero, suficiente para cubrir sus gastos con un poco de sobra. Sin embargo, esta aparente estabilidad es una ilusión; en cualquier momento, una convulsión del mercado podría dejarle sin trabajo, sin ningún ingreso. Su carrera bancaria es frágil.

Ahora pensemos en su hermano, el taxista. Tiene días buenos y días malos, por lo que hay cierta fluctuación en la cantidad de dinero que ingresa al mes, pero anualmente sus ingresos son comparables a los del banquero. A primera vista, sus ingresos parecen menos estables que los de su gemelo, pero la clave está en que el taxista es su propio jefe. 

No hay ninguna posibilidad de que un pequeño trastorno en el mercado del taxi le deje en paro porque nadie más le contrata. Si se produce una caída de sus ingresos, actualiza sus rutas o sus habilidades de conducción, es decir, mejora de los daños. Esta carrera es antifrágil.

La carrera del taxista parece menos segura porque hay un pequeño elemento de azar en ella: un poco de variabilidad en los ingresos diarios o mensuales, aunque sus ingresos anuales tienden a ser más o menos los mismos que los de su hermano. Sin embargo, esa variabilidad es precisamente lo que hace que sea resistente. 

Una pequeña sacudida de la economía puede dejar sin empleo a un empleado de banca, pero para un taxista es sólo una oportunidad de mejorar. A menos que el trastorno sea tan grave que la gente deje de coger taxis, es poco probable que el taxista sufra demasiado por ello. 

Los grandes sistemas son frágiles

La diferencia clave entre el banquero y el taxista es el tamaño del sistema al que pertenece cada uno. El banquero es una pieza frágil de un sistema mucho mayor gobernado desde arriba con el objetivo de eliminar el riesgo y el azar. Esos intentos de eliminar el azar son otra de las razones por las que el sistema es tan frágil: blindar el sistema frente a errores menores hace que los errores mayores sean inevitables. 

Para ilustrar este punto, alejémonos por un momento del trabajo en un banco. Imaginemos que un mecánico, en lugar de reparar un vehículo averiado, se limitara a darle una mano de pintura y volver a ponerlo en circulación. Sólo sería cuestión de tiempo que el vehículo fallara de una forma mucho más catastrófica. Eso es lo que está haciendo el gran sistema bancario verticalista: ocultarse y protegerse de problemas menores, pero prepararse para fallos mayores en el futuro que pueden costarle el trabajo a nuestro pobre empleado. 

Por otra parte, el taxista trabaja en un sistema muy pequeño. En lugar de tener un único empleador, es contratado por muchas personas diferentes durante cortos periodos de tiempo, el suficiente para llevarlas a sus destinos. Y lo que es más importante, ninguno de ellos tiene el tipo de poder que tiene el banco sobre su gemelo; en el peor de los casos, cancelan su propia tarifa y él pasa a otro cliente. La variabilidad -quizá una palabra mejor sería flexibilidad- daa sus ingresos una estabilidad de la que carecen los del empleado del banco. 

Otro ejemplo de la antifragilidad de los sistemas pequeños y autogobernados es Suiza. Suiza tiene un sistema único de gobierno o, mejor dicho, de ausencia de gobierno. El país está formado por cantones, pequeños gobiernos regionales que trabajan juntos en una especie de coalición laxa. Naturalmente, los cantones tienen conflictos entre sí, pero tienden a ser de la variedad pequeña y aburrida: quién tiene los derechos sobre qué trozos de tierra, etcétera. 

Esto es significativo porque Suiza es, sin duda, el país más estable del mundo. Ha atravesado todo tipo de convulsiones mundiales, tanto económicas como militares, prácticamente intacta. Es conocido como el mejor lugar para que los ricos almacenen sus riquezas y el país más seguro al que huyen los refugiados políticos. 

En ambos casos, carrera y gobierno, lo que funciona para un sistema pequeño no se adapta a uno grande. La gente solía vivir en pequeñas tribus o unidades familiares, y para eso estamos hechos. Manejamos los conflictos y desacuerdos de forma muy diferente cuando se trata de naciones y millones de dólares, en lugar de cantones y tarifas de taxi. 

Estas grandes cuestiones suelen parecer abstractas, más relacionadas con números que con personas, y sin embargo sus consecuencias pueden ser mucho más graves. Una disputa entre cantones puede dar lugar a un par de reuniones airadas; una disputa entre naciones puede desembocar en sanciones económicas o incluso la guerra. Aun así, la gente se deja influir más por una sola persona que sufre delante de ella que por una adversidad masiva al otro lado del planeta. Como dice el viejo refrán: Una muerte es una tragedia, un millón de muertes es una estadística. Cuando el poder se centraliza, como en un gran banco o un gran gobierno, inevitablemente acabamos con personas que toman decisiones basadas en conceptos abstractos, en lugar de tener que enfrentarse a las personas a las que afectan esas decisiones. Además, se convierten en puntos débiles del sistema: Un grupo de presión empresarial, por ejemplo, puede influir en una sola cámara del Congreso mucho más fácilmente -y con mucho mayor efecto- que un centenar de pequeños municipios. Los sistemas grandes, el poder centralizado y la abstracción de las personas y los conceptos del sistema crean fragilidad.

Por qué fracasan los sistemas: La falta de variación causa problemas

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Carrie Cabral

Carrie lleva leyendo y escribiendo desde que tiene uso de razón, y siempre ha estado dispuesta a leer cualquier cosa que se le pusiera por delante. Escribió su primer cuento a los seis años, sobre un perro perdido que encuentra amigos animales en su viaje de vuelta a casa. Sorprendentemente, nunca fue seleccionado por ninguna editorial importante, pero despertó su pasión por los libros. Carrie trabajó en la edición de libros durante varios años antes de obtener un máster en Escritura Creativa. Le gusta especialmente la ficción literaria, la ficción histórica y la no ficción social, cultural e histórica que se adentra en los entresijos de la vida cotidiana.

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