¿Te has avergonzado alguna vez de tu cuerpo? ¿Por qué es malo avergonzarse del cuerpo?
En El cuerpo no es una disculpa, Sonya Renee Taylor explora las consecuencias de la vergüenza corporal. Describe sus efectos en las personas y en la sociedad, y ofrece razones de peso para poner fin a esta actitud en nosotros mismos y en los demás.
Sigue leyendo para descubrir tres razones por las que avergonzar al cuerpo es perjudicial.
3 razones por las que avergonzarse de uno mismo es malo
¿Por qué es mala la vergüenza corporal? Taylor advierte de que las consecuencias perjudiciales de avergonzarse del propio cuerpo, junto con el cambio hacia la aceptación de todos los tipos de cuerpo, afectan no sólo al bienestar personal, sino también a la comunidad en general.
#nº 1: Sentimiento de alienación de nuestro propio cuerpo
Las consecuencias de la vergüenza corporal pueden conducir a acciones destructivas y a un profundo odio hacia uno mismo. La educación de Daemon, que le enseñó a reprimir sus emociones, refleja narrativas culturales que debilitan significativamente nuestra conexión y comprensión de nuestro propio yo físico y nuestras identidades personales únicas. Los obstáculos derivados de estas consecuencias impiden el desarrollo de un profundo amor propio y la plena aceptación de nuestras identidades.
#2: Terrorismo corporal
La discriminación y la hostilidad hacia las personas que se desvían de las rígidas normas sociales de apariencia física es una forma generalizada de opresión conocida como terrorismo corporal. El terrorismo corporal es un tipo de violencia que aumenta la probabilidad de autolesiones y comportamientos agresivos. Leyes y políticas del pasado y del presente, como las "Leyes de la Fealdad" y las normas que señalan a los inmigrantes con un IMC más alto, son claros ejemplos de prejuicios sancionados hacia determinados físicos, que a menudo provocan una profunda angustia psicológica y efectos perjudiciales en la comunidad.
#3: Mantenimiento de jerarquías opresoras
Taylor insiste en que la perpetuación de las jerarquías que asignan valor a determinados cuerpos al tiempo que devalúan otros se mantiene gracias a la estigmatización y marginación generalizadas basadas en la apariencia externa de un individuo. Las repercusiones de sufrir terrorismo corporal y avergonzarse de la propia forma física van más allá de los acontecimientos singulares. Mantienen y refuerzan jerarquías basadas en la raza, la capacidad, el género y otros criterios, que dictan qué cuerpos se consideran valiosos o dignos.
Se trata de un mecanismo de control secular que se beneficia de la marginación y subyugación de quienes no se ajustan a las normas prescritas. Al realizar un análisis exhaustivo y cuestionar estas jerarquías establecidas, iniciamos el proceso de desmantelamiento del tratamiento opresivo de los cuerpos y fomentamos comunidades que respetan las diversas formas y dimensiones corporales.